Si te mueres, que no sea delante de una panadería.


En una ocasión en una panadería del centro, a la que acudía cada vez que bajaba de recados a la capital, fui participe de una conversación entre la panadera, una chica joven que se desenvolvía muy bien con los clientes y un parroquiano tan bien vestido que parecía que llevaba uniforme.

Ella le contaba que unos días antes alguien había caído fulminado delante de su tienda, por lo visto era un ataque al corazón, que en seguida una mujer en avanzado estado de gestación, se abalanzo sobre él practicándole  técnicas de resucitación cardiológica, parecía ser médico, y que un grupo de personas jóvenes, chicas en su mayoría, se pusieron como un cordón alrededor de la escena para dejar hacer a quien sabía lo que hacía, y apartar curiosos.

El hombre bien arreglado, mientras recogía su pan, pregunto a la panadera si conocía a la víctima del suceso, mientras daba media vuelta hacia la puerta.

Siempre me ha gustado el pan de esta panadería, se nota que no está pre-congelado, lo he preferido a veces al pan del día de otros sitios.

Cuando me acercaba a pedir mis dos barras de pan en pico, mientras ella que me conoce, las envolvía en ese papel que solo se encuentra en las panaderías de antes, le oí comentar que el cadáver estuvo casi cuatro horas delante de su puerta , que perdió clientes y que no se atrevía a salir para no verle, que "¿Como era posible que el Juez o el Forense no llegasen antes?".

Mientras me marchaba con mi trofeo en forma de pan, no pude reprimir mi lengua y le dije en presencia todavía del señor al que solo le faltaban las insignias, lo preocupante no es cuando llega el juez o el forense, si no cuánto tarda en llegar la ambulancia, y que ha hecho la gente por ti hasta que llega.

No me acuerdo de que me lo hice, pero esa noche me cene un gran bocata.

Hace tiempo que no voy a la capital de recados, tengo que pasarme por la panadería, seguro que a estas alturas ya sabe quién era el muerto.

Y el Toro, harto ya, se volvió poeta





Tu, que nunca miras al cielo,
tu, !si tu!, acomodado en una butaca...
 
Porqué no vienes a pastar, con las hijas que no tendré,
para ahorrarles el sufrimiento de su olvidada madre?
Porqué disfrutas viendo manar sangre de mi testuz?
 
Si solo soy un enamorado de la luna...
 
Luna, luna, Luna...
porque te escondes,
porque me ocultas una de tus caras,
me alumbras cuando quieres,
me dejas con estrellas y a veces entre nubes.
 
Luna, avísame cuando te enfrentes al Sol,
para esperarte,
para recordarte, que él, mi rival,
no sería nada sin sus reflejos.
 
Luna cómplice, sé que me esperas,
para jugar al escondite.
 
Luna, luna, mi luna...
caras y sonrisas imposibles,
déjame que alguna vez,
sea yo el que se esconda.
 
Con mi amor...
 
Para que no,
que no me encuentren,
con sus capotes y sus espadas,
con sus picas en Flandes,
con su bayonetas,
con sus banderas,
aquellos que dicen defender mi existencia.
 
(Dedicado a todos aquellos que contemplan en el manar de la sangre de un toro, como un bien cultural, y de paso a los que piensan que existen guerras justas, a los partidarios de la pena de muerte, y a los que creen que el mundo, queda lejos de su casa.)